domingo, 12 de enero de 2014

De tareas históricas y conciencias vigentes




Por Mauricio Montero.



Es en la justeza de nuestras ideas o en el contexto histórico que se desarrolla nuestra teoría la razón de su fuerza, per se, o por el contrario es en la fortaleza de quien el capital cree débil e insensible al sufrimiento, el obrero, donde esta el perfecto eslabón definitivo de la praxis revolucionaria?
Estas preguntas radican en que, nuestra ideología tiene un elemento de cohesión muy fuerte,  sobre el cual edifica gran parte de la lucha, la conciencia de clase.
Es el único pilar?, claro que no, pero es fundamental adquirirla para asegurar cambios definitivos, irreversibles.
Es fundamental afianzarla en los que, prestos a la lucha saltan desde su línea de producción, pues son los que protagonizaran los cambios, junto con sus aliados y claro, su partido.
Es esta conciencia de clase un acto adquirido por la necesidad del explotado, o por el contrario es la expresión posmoderna del instinto de supervivencia en la jungla ciudadana, globalizada?.
Lejos del primer instinto animal esta la clase, el invento de estrato social. Diferente al de jerarquía, el de una línea de supervivencia entre los animales menos desarrollados.
Si se supone que nuestro cerebro ha evolucionado lo suficiente para entender que está mal imponerse por la fuerza sobre otro mas débil (y subrayo el “se supone”), ¿ porque vemos actos entre humanos que nos dejan por debajo de esta percepción primitiva de sobrevivir?.
Junto con otras cualidades que nos separan de otros animales, el animal humano, a través del tiempo,  desarrollo formas para perjudicar a otros, separando, dividiendo en, castas, estratos, según pertenencias, caudal financiero, vestimenta, etc.
Estos nuevos modos que se ha inventado son las bases que delinean una forma de sociedad donde los de abajo sostienen a los de arriba. Esta forma es el capital (según cuanto ganes o que auto conduzcas será la forma en la que el grupo social te vea), y su aliado fundamental, la democracia burguesa.
Simbiosis perfecta entre quien deshumaniza al hombre detrás del engaño de tener para existir, de pertenecer, y este invento absurdo donde, en teoría, el pueblo gobierna.
En este embrollo, lo que no debemos perder, como el horizonte cuando nos queremos ubicar, es la concepción de quien es el enemigo y que formas usa, y sobre todo salvaguardar esta arma cargada hacia el futuro, la conciencia de clase.
Ésta, siendo propia del pensamiento humano,  también ordena, clasifica, pero de manera positiva (Gran diferencia con el capital y sus corrientes ideológicas). Ordena entre pares de trabajadores que sufren en carne propia la peor expresión del humano, la barbarie.
Ordena de manera positiva hacia la libertad, donde no tenga un hombre que pisar a otro hombre para ser feliz.
Este saberse obrero y no renegar de ello es lo que mueve, movió y moverá las ruedas de la historia. Hacia que?, pues hacia la liberación o la destrucción de una de los contendientes.
En la medida que mas personas adquieran conciencia de clase pasan de la indiferencia a preguntarse, de preguntarse a decidirse y de decidirse al odio antisistema y del odio antisistema a organizarse para la lucha.
Lucha?, cual lucha?. La lucha por la liberación del obrero de las pesadas cadenas de la opresión imperialista, ultima fase del capitalismo, herido en su corazón.
Lucha de clases.
No olvidemos que, el capitalismo (Y por ende el imperialismo) genera, en su seno sus propios sepultureros. Les da herramientas para ello, los pone en común denominador de explotados, indirectamente les enseña que es injusto, los disciplina en la línea de producción.
Capaces, unidos, conscientes de su suerte, disciplinados.
¿Cuando el indiferente pasa a ser parte de este ejercito mundial de explotados que despiertan a su realidad?. Pues en la experiencia de este simple compañero (y remarco en mi experiencia, pues se hay muchas mas, tantas como vidas vividas de obreros, estudiantes, campesinos) está, o la lectura asidua,  producto del conocimiento de otro obrero despierto (que pasa a ser el principal artífice de la revolución social) o sentir la explotación extrema en carne propia.
Cualquiera de las dos formas debe complementarse, pues el revolucionario que no conoce el trabajo agotador de 8 horas (o mas) es de probeta. Es tan torpe como el obrero que no conoce acerca de la explotación que sufre, o que, mejor dicho (pues no tiene la obligación de reconocerla objetivamente, por la alineación tan grande sufrida) no la intuye como cansancio físico, psíquico por una retribución miserable, que a duras penas da para mantener a su familia viva, mientras que su patrón se da la gran vida.
En  la medida de que este trabajador asalariado intuya que el medio de supervivencia de su explotador es el trabajo suyo ira descubriendo que algo anda mal. Entenderá lo desigual de la venta de su fuerza de trabajo a un precio ridículo.
Con la lectura entenderá, aprenderá que esta desigual situación tiene como piedra fundamental la plusvalía.
Es entonces que, este obrero tiene dos caminos, o desarrollar conciencia de clase (claro, paulatinamente), verse a si mismo como merecedor de mejor suerte, organizarse con otros compañeros que entienden lo mismo que el o, por otro lado, morir a expensas de ser el “Empleado del mes”.
Es entonces esta conciencia de clase una herramienta indispensable?. Si, a largo plazo, al plazo que admiten los ritmos de las revoluciones, donde la tarea de de 20 años puede desarrollarse en un día , o la tarea de un día puede enlentecerse hacia el desarrollo de esta en 20 años.
Esta conciencia funciona también por contagio. Hay inmunes. Estos son los llamados lumpenes.
Un ejemplo de ellos es el “encargado”, el “mando intermedio” de una fabrica, oficina (salvedad de que hay casos que objetan una regla general, por eso no es extrapolable esta afirmación al absoluto de los encargados).
Cree en su mente ser un poco menos obrero y un poco mas patrón.
Estos desclazados son irrecuperables?. No, ellos solamente no comprenden su rol en el juego del capital. Otro artículo será dedicado a este curioso espécimen de la fauna asalariada.
Como nos preguntábamos al principio, ¿es en el si del marxismo que radica nuestra fuerza o es en la cabeza de los trabajadores, en su vivencia?. Si hay que ofrecer una opinión (discutible, claro) diremos que es una relación simbiótica perfecta. Sin el obrero, el marxismo no hubiera probado su justeza en la lucha (la unidad practica-teórica que Lenin desarrollara), y, por otro lado, el obrero sin el marxismo hubiera caído, a lo largo de su historia por la emancipación, en el error del seguidismo irrelevante de la ideología utópica de un mundo donde todos somos hermanos, unidos por el amor, la compasión y algún opio del mas allá. Ese mundo donde, la migaja del capitalista fuera en banquete del pobre.
En la unidad practico-teórica, ese obrero consciente (de quien es el enemigo, porque es el enemigo y como derrotarlo) es el que ha rechazado una y mil veces al socialismo utópico, al reformismo burgués y se ha centrado en no perder sus claros objetivos de la vista.

Es en esta relación mutua que, el marxismo (y el marxismo leninismo) tiene asegurado el destino de continuar la tarea revolucionaria de salvar la humanidad de la bestialidad.

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